Buenas noches.
Te doy la bienvenida a esta pausa al final del jueves.
La semana laboral casi termina y el descanso del fin de semana se acerca.
Hoy, te invito a hacer este examen con una mirada especial: la mirada del servicio y del amor entregado.
Busca tu postura cómoda, serena.
Cierra los ojos y conéctate con el ritmo de tu respiración.
Lenta... profunda...
Con cada inhalación, acoge la presencia amorosa de Dios...
Con cada exhalación, suelta las tensiones y las prisas del día que termina...
Hoy, demos gracias por todas las formas en que el amor se ha hecho concreto.
Pensemos en nuestro día como un intercambio de dones, como pan que se parte y se comparte.
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Agradece por las personas que hoy han sido "pan para ti".
Alguien que te escuchó, que te preparó un café, que te facilitó una tarea, que te dedicó una palabra amable o simplemente te sonrió.
Reconoce esos gestos de servicio que has recibido.
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Ahora, agradece también las oportunidades que tuviste de ser "pan para otros".
¿Pudiste ayudar, escuchar, animar, servir a alguien de alguna manera?
Agradece la capacidad de darte, por pequeña que haya sido la ocasión.
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Desde el corazón, di:
"Gracias, Señor, por el amor que he recibido y por el amor que me has permitido dar."
Pidamos ahora la luz del Espíritu para ver nuestro día a través del filtro del amor.
No para medir cuánto hemos hecho, sino para reconocer la calidad de nuestra presencia y entrega.
Puedes decir interiormente:
"Señor, ilumíname.
Ayúdame a ver dónde mi amor se hizo gesto concreto y dónde me guardé para mí mismo.
Muéstrame cómo amar más y mejor."
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3. Examinar el Día: Las Obras del Amor
Con esta luz, recorramos el día de hoy, buscando las huellas del amor.
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¿En qué momentos te sentiste más conectado/a con los demás?
¿En qué conversaciones, miradas o acciones sentiste que fluía la vida, la generosidad, la comunión?
Esos son los momentos de consolación, donde el amor de Dios se hace presente a través de ti y de otros.
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Ahora, con la misma honestidad y delicadeza, mira los momentos en que te costó amar.
¿Dónde apareció la indiferencia, el egoísmo, la crítica o la impaciencia?
¿Cuándo te cerraste sobre ti mismo/a, evitando "lavar los pies" de quien tenías al lado?
Esos son los momentos de desolación, donde el amor quedó bloqueado.
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Observa tus actitudes, tus gestos, tus silencios...
¿Fueron constructivos?
¿Dieron vida?
¿O quizás restaron?
Recuerda que no se trata de culparse, sino de reconocer con humildad nuestra necesidad de la gracia de Dios para amar de verdad.
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Ahora, en un diálogo íntimo, conversa con Jesús, que en un jueves como hoy nos enseñó a amar hasta el extremo.
Pídele perdón por las veces que tu amor fue pobre, interesado o inexistente.
"Perdón, Señor, por las veces que pasé de largo, por no amar como Tú me amas."
Recibe su mirada llena de misericordia que te restaura.
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Y dale gracias por cada vez que, por su gracia, sí pudiste ser un canal de su amor.
"Gracias, Jesús, por usar mis manos, mis palabras y mi corazón para servir a mis hermanos."
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Miremos ahora al viernes, el último día de la semana laboral.
¿Qué oportunidades de amar y servir te esperan?
¿Una reunión, un encuentro familiar, una tarea que puedes hacer con más esmero?
Pídele a Dios la gracia de vivir el día de mañana con una atención renovada, buscando oportunidades concretas para hacer la vida de alguien un poco más ligera, un poco más amable.
"Señor, ayúdame mañana a ser un reflejo de tu amor servicial."
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Terminamos esta pausa, entregando nuestro día y nuestro deseo de amar en el corazón de Dios.
Que su amor te envuelva y te conceda un descanso profundo y reparador.
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Que la paz que brota del amor entregado te acompañe esta noche.
Amén.