Hola y bienvenido/a a tu pausa de este sábado por la noche.
Hoy el ritmo ha sido diferente.
Quizás un día de descanso, de encuentro, de actividades distintas a la rutina semanal.
Te invito a cerrar este día especial reconociendo la presencia sagrada de Dios en medio de tu tiempo libre.
Busca tu postura de quietud.
Permite que tu cuerpo se asiente. Cierra los ojos y respira... Inhala la calma de esta noche... y exhala cualquier residuo de prisa o de agitación que aún quede...
Siente cómo el silencio te envuelve y te acoge.
Comencemos agradeciendo el regalo de este día.
Agradezcamos el don del Sabbat, del tiempo liberado de la obligación, un espacio para ser, más que para hacer.
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Trae a tu memoria los regalos sencillos de este sábado...
¿Un café tomado con calma?
¿Una conversación sin prisa con alguien que quieres?
¿El disfrute de la naturaleza, de un libro, de la música?
¿Un momento de juego o de risa espontánea?
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Saborea uno de estos momentos de alegría o de paz.
Reconócelo como una caricia de Dios, un recordatorio de que Él se deleita en tu descanso y en tu gozo.
Dale gracias desde el corazón: "Gracias, Señor, por la belleza de este día de descanso."
Ahora, pidamos al Espíritu Santo una luz especial para ver nuestro día.
Una luz que nos ayude a descubrir Su presencia no en la productividad, sino en la gratuidad, no en el esfuerzo, sino en el disfrute.
Puedes decir interiormente:
"Señor, abre mis ojos para verte en los momentos de ocio y de encuentro.
Muéstrame cómo mi descanso también te glorifica."
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3. Examinar el Día: ¿Cómo He Descansado?
Con esta luz, repasemos este sábado con una pregunta central: ¿Cómo he vivido este tiempo de libertad?
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Recorre tu día.
¿Hubo momentos en los que te sentiste verdaderamente renovado/a, en paz, lleno/a de vida?
¿Dónde experimentaste la consolación de un descanso auténtico, que restaura el alma?
Quizás en el silencio, en la conexión con otros, en la creatividad...
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Ahora, mira con sinceridad si hubo momentos de desolación en tu descanso.
¿Quizás una inquietud que no te dejaba estar en paz?
¿Llenaste el día de ruido o de distracciones vacías para no encontrarte contigo mismo/a?
¿El tiempo libre te generó ansiedad o te llevó a la pereza que no renueva?
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Observa cómo te has relacionado hoy con los demás.
Con un ritmo más pausado,
¿has estado más presente, más atento/a, más cariñoso/a?
¿O quizás más impaciente?
¿Cómo has usado tu libertad?
¿Para servir y compartir, o para encerrarte en ti mismo/a?
Acoge lo que descubras con serenidad.
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Lleva todo esto a un diálogo cercano con Jesús, el Señor del Sabbat, para quien el descanso es sagrado.
Si descubres que te costó descansar de verdad, que te dejaste llevar por la agitación o el egoísmo, pídele perdón.
"Perdón, Señor, por no saber acoger tu regalo del descanso, por no saber detenerme en paz."
Confía en que Él entiende tu inquietud.
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Y agradece de nuevo, con más profundidad, por cada instante de verdadera alegría y renovación.
"Gracias, Señor, por enseñarme a descansar en Ti, por regalarme momentos de cielo en la tierra."
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Finalmente, pongamos nuestra mirada en el día de mañana, domingo, el Día del Señor.
Es el culmen de la semana, un día de celebración de la Resurrección.
Pide la gracia de despertar mañana con un corazón dispuesto.
Dispuesto a la alabanza, a la comunidad, a la escucha de la Palabra, a un encuentro más profundo con Él.
Que el descanso de hoy prepare la fiesta de mañana.
"Señor, prepara mi corazón para celebrar Tu victoria y encontrarme contigo mañana."
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Terminamos esta pausa, entregando el gozo y el cansancio de este sábado en las manos de Dios.
Que su paz sea el sello de tu día y el guardián de tu noche.
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Que descanses profundamente y te prepares para celebrar la vida mañana. Amén.