Hola y bienvenido/a a este momento de pausa al final de tu lunes.
Hoy comenzamos la semana, un día lleno de actividad, quizás de nuevos comienzos o de retomar la rutina.
Te invito a regalarte estos minutos para encontrarte contigo mismo/a y con la presencia amorosa de Dios en tu jornada.
Busca un lugar tranquilo donde puedas estar cómodo/a, sin interrupciones.
Siéntate relajadamente, con la espalda recta pero sin tensión.
Cierra suavemente los ojos... y respira profundamente un par de veces...
Inhala calma... exhala las prisas del día...
Siente cómo tu cuerpo se aquieta... y tu corazón se dispone.
Comencemos reconociendo la presencia de Dios aquí y ahora, contigo.
Él ha estado presente en cada instante de tu día.
Trae a tu mente y a tu corazón los regalos que has recibido hoy, este lunes.
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Piensa en dones sencillos o grandes... Quizás el calor del sol, una conversación amable, un alimento que disfrutaste, la fuerza para empezar la semana, un momento de claridad en el trabajo o estudio, una sonrisa recibida o dada...
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Elige uno o dos de estos regalos que resuenen especialmente hoy... Saboréalos...
Y desde el corazón, di: "Gracias, Señor, por este día, por estos dones..."
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Ahora, pidamos al Espíritu Santo la luz para mirar este lunes con honestidad y amor. No se trata de juzgarnos duramente, sino de comprender dónde y cómo Dios ha estado actuando y cómo hemos respondido.
Puedes decir interiormente: "Ven, Espíritu Santo, ilumina mi memoria y mi corazón. Ayúdame a ver mi día con Tus ojos, con Tu verdad y Tu misericordia."
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3. Examinar el Día: Recorrer la Jornada
Con esa luz, recorramos suavemente las horas de este lunes, desde que despertaste hasta este momento.
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• ¿Cómo empezó tu día?
• ¿Con qué ánimo te levantaste?...
• ¿Qué sucedió en la mañana?...
• ¿En tu trabajo, estudios, tareas del hogar?...
• ¿Hubo algún encuentro significativo?...
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Repasa la tarde...
• ¿Qué momentos destacaron?...
• ¿Dónde sentiste la presencia de Dios más cercana?
• Quizás en una sensación de paz, de energía, de conexión con otros, de alegría...
• ¿Dónde notaste esa consolación?
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• ¿Y dónde te sentiste más alejado/a de Dios o de tu mejor versión?
• ¿Hubo momentos de impaciencia, de preocupación excesiva, de juicio, de pereza, de tristeza, de desconexión?...
• ¿Dónde notaste esa desolación o dificultad?
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Observa tus respuestas, tus acciones, tus omisiones...
• ¿Cómo respondiste a las personas, a las situaciones?...
• ¿Hubo alguna invitación de Dios que quizás no viste o no seguiste?...
Simplemente observa, con la luz que pediste.
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Mirando tu día con sinceridad...
¿Hay algo por lo que necesites pedir perdón a Dios?
Quizás una palabra, un gesto, una actitud...
Hazlo ahora con confianza en su misericordia infinita. "Perdón, Señor, por..."
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Y también, reconoce los momentos donde sí respondiste con amor, con paciencia, con generosidad...
Agradece a Dios por la fuerza y la gracia que te dio para ello. "Gracias, Señor, por ayudarme a..."
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Finalmente, pongamos nuestra mirada en el día de mañana, martes.
• ¿Hay algo en particular para lo que necesites la ayuda de Dios?
• ¿Algún desafío, alguna persona, alguna tarea?
Pídele Su gracia para vivir el mañana más unido/a a Él, más atento/a a Su presencia y a las necesidades de los demás. Puedes decir: "Señor, te confío mi descanso y el día de mañana. Dame tu gracia para vivirlo según tu voluntad."
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Terminamos esta pausa agradeciendo este tiempo de encuentro.
Que lo vivido y reflexionado hoy te ayude a descansar en paz y a despertar mañana con un corazón renovado.